Aprovechando la consulta que me realizó 4to. 1 el viernes pasado, les publico algo sobre el diámetro aparente de la Luna, ya que no pude conseguir la revista de la Asociación de Profesores de Física del Uruguay. Es así que queda claro que la refracción de la luz lunar, no es suficiente para justificar la diferencia en el tamaño que apreciamos. La teoría que parece ser correcta es la que sostiene que es un problema de nuestro cerebro que es incapaz de calcular bien tamaños y distancias cerca del horizonte.
Sería interesante construir un aparato para medir el diámetro aparente de la Luna cerca del horizonte y así determinar lo que es cierto.
¿Por qué la Luna se ve más grande
cuando está sobre el horizonte?
Seguro que se ha dado cuenta. Dejando a un
lado las circunstancias de plenilunio y perigeo, el
mejor momento para observar la Luna es cuando está cerca del horizonte.
Entonces el satélite nos parece enorme. Su
visión nos crea la ilusión de que es mucho mayor que cuando está sobre nuestras
cabezas ¿Pero es una ilusión o se trata de una variación real?
Como
pista a la respuesta le remito al título, ilusión lunar. O sea que la Luna no
aumenta de tamaño porque esté más alta o más baja. Sin embargo, ¿por qué nos lo
parece?
¿Se
trata de un efecto psicológico propio de nuestro cerebro? ¿O
por el contrario es un fenómeno físico?
Aunque
no lo crea se trata de un asunto científico de calado, para el que se han
diseñado diferentes hipótesis, tanto a favor de la realidad como de la ilusión
de su variación. Habrá que buscar pruebas, empleando varios métodos para ello.
En busca de la prueba
Uno
es mediante un instrumento ajeno al ser humano: la fotografía. Basta con
que fotografíe a nuestro satélite, a diversas alturas sobre el horizonte y
compare las imágenes.
Verá
que todas ellas presentan el mismo tamaño, independiente de lo baja o alta que
esté. Una prueba irrefutable.
El
otro modo de romper la ilusión es haciendo una especie de tubo con el puño o
con un folio, y mirar a través de él la “gran” Luna del horizonte.
Inmediatamente verá que disminuye de tamaño al aislarla del contexto.
Es
decir que se trata de una ilusión de nuestro cerebro.
Pese a estas irrebatibles pruebas en la
dirección de que se trata de un efecto psicológico, no son pocos los
científicos que han intentado demostrar que tal variación se debe a la
producción de algún fenómeno físico de origen óptico o astronómico.
Como
la refracción, posición astronómica del cuerpo, posición
del observador, existencia de objetos de referencia, etcétera.
Veamos.
A causa de la refracción
Por el fenómeno óptico del paso de la luz
a través de la atmósfera. Una distancia que sería mayor cuando está saliendo o
poniéndose (ya que atravesaría más cantidad de aire) y que provocaría una
refracción que haría aumentar la imagen de la Luna.
Es decir que la atmósfera actuaría como
una lente.
Se trata de una explicación cualitativamente correcta, pero cuantitativamente insuficiente. El efecto de aumento que produce tal refracción es demasiado pequeño y resulta imperceptible. Buena prueba de ello son las fotografías de antes. Así que no es ésta la razón.
A causa de la posición astronómica
Se
podría pensar que, cuando la Luna está sobre el horizonte estaría más cerca de
nosotros que cuando está arriba del todo. Se podría pero no se debe.
Resulta
que no es cierto que la distancia de la Luna a un observador en la Tierra
cambie, cuando aquella se encuentre cerca del horizonte o cuando esté en su
cenit, vista en una misma noche.
La distancia entre ambos cuerpos celestes varía, únicamente, en función del momento en que la midamos. Esto es así porque, como vimos antes, la trayectoria que describe nuestro satélite alrededor del planeta es elíptica.
Así
que tampoco es ésta la razón de la variación del tamaño lunar.
A causa de la posición de la cabeza
Ésta
es bastante original. Pasa por suponer que el cerebro cambia su forma de
percibir si está paralelo al suelo (al mirar al horizonte) o si está inclinado
(mirando hacia arriba).
Sí.
Está bien. En teoría podría ser.
Aunque
la posición de nuestra cabeza para observar cambia, no lo hace así la dirección
del campo gravitatorio de la Tierra. De modo que, en
principio, podría afectarnos de forma distinta y en diferentes partes del
cerebro. Y con ello modificar nuestra percepción.
No
está mal traído. Pero va a ser que no. Las pruebas realizadas sobre humanos
apuntan a que nuestra percepción no cambia, sea cual sea la posición de nuestra
cabeza respecto al campo gravitatorio terrestre.
De modo que ésta tampoco.
De modo que ésta tampoco.
A
causa de los objetos de referencia
O
mejor dicho de la ausencia de objetos de referencia. Ésta fue una de las primeras
explicaciones que se dieron para esta paradoja sobre el tamaño lunar.
La
Luna nos parece más pequeña en el cenit, punto del cielo que
corresponde verticalmente a un lugar de la Tierra, porque no hay objetos que
nos sirvan de referencia para compararla.
Cosa
que no ocurre cuando está sobre el horizonte, donde las casas, los árboles, o
cualquier otro objeto por comparativa nos hace que, por contraste, percibamos
el disco lunar más grande.
Lo cierto es que la idea no está mal del
todo. Nada mal. No es una idea descabellada en absoluto. Para que podamos decir
si un objeto es grande o pequeño se necesita un referente.
Y
cuando la Luna está sobre nuestras cabezas no tenemos con qué compararla. Por
eso nos parece menor que cuando está sobre el horizonte, detrás de objetos de
los que nuestro cerebro, ya tiene formada una idea de su tamaño.
Sin
embargo, siempre hay un pero, este argumento tiene un fallo.
La
sensación de cambio de tamaño de la Luna persiste, tanto si elegimos un
horizonte en el que no haya objetos, como si colocamos referencias conocidas
cuando esté en el cenit.
En
ambos casos persevera el cambio aparente de tamaño. De modo que necesitamos de
otra hipótesis. Una que supone que la ilusión lunar es una ilusión
óptica.
Pero ésta mejor la dejamos para otra
ocasión. No conviene cansar.
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